UNA EXCUSA PARA DECIR GRACIAS
Por Leandro Pontacq
No me puedo acordar cuando
fue la primera vez que escuché el refrán “mejor solo que mal acompañado”.
Supongo que ni bien nací. Y es así, porque sin dudas, se constituye como la
frase estrella para suavizar el dolor de una cruel ruptura amorosa o de un
distanciamiento con algún familiar o una amistad. Sin embargo, en este breve
texto voy a refutarla y a demostrar con dichos y hechos concretos por qué está
equivocada.
El mate, la excusa perfecta para comenzar una charla y decir gracias una vez al día
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Al momento de argumentar se me vinieron
automáticamente a la mente dos conceptos vinculados desde siempre a nuestro
país. La identidad y la tradición. En épocas de globalización y homogeneización
cultural, hablar de esto conforma un suceso significativo, merecedor de varios párrafos.
El primero hace referencia al conjunto de rasgos o características de una
persona o cosa que permiten distinguirla de otras en conjunto; el segundo, a
las costumbres que se transmiten de generación a generación a lo largo del
tiempo.
Consideré importante
detallar las definiciones porque además de estar íntimamente relacionadas,
permiten entender la importancia y el sentido de pertenencia que genera hace
siglos el protagonista de este texto y uno de los símbolos nacionales
históricos más importantes y presentes en la actualidad: el mate.
Si empezaste a leer esto y
no lo tomás
porque no te gusta, no te vayas: en una esas te puedo convencer de probarlo y
hasta, incluso, de convertirte en un seguidor fiel. Esa es la idea, que puedas
descubrir un nuevo compinche. Si sos consumidor, sentate, cebate uno y seguí
leyendo.
Suena la alarma, hago
fiaca, me despierto, voy al baño y pongo la pava. Y si yo no la puse, alguien
lo va a hacer. Es un hábito que se
repite y se repite en la mayoría de las casas. Ese “poné la pava” no solamente
se resume en el hecho de caminar, agarrar el encendedor y prender la hornalla
(o enchufar la eléctrica). Ese hecho es el principio de un camino lleno de
emociones, historias y anécdotas dignas de ser contadas.
El mate es el compañero de
todos nuestros momentos. De la vida. De cada instante que vivimos. En el
desayuno, en la merienda, en casa, en el trabajo. Solo, con amigos, con nuestra
pareja, con nuestros viejos, con nuestros abuelos. Imagínense el inmenso
abanico de relatos diversos y variados que podemos escuchar y disfrutar. Porque
es así, el mate es la excusa perfecta para comenzar una charla y decir gracias
una vez al día y al mismo tiempo, es el socio ideal para pensar y
reflexionar cuando estamos mano a mano con la soledad.
No importa el contexto ni
el lugar. El mate tiene la capacidad de trascender y derribar las barreras
sociales que se cruzan en su camino. La edad, el género, la ideología política
y las clases sociales quedan afuera de su recorrido. El mate está siempre. En
casa de ricos, en casa de pobres; en manos de adolescentes estudiando en una
universidad o en manos de adultos mayores pasando sus últimos días en un
geriátrico; en el norte y en el sur; en la playa o en la montaña. Pero sin
dudas, su mayor mérito es que hoy es algo indispensable: no lo digo yo,
imagínate que es lo único que comparten los hinchas de Boca y River y los macristas
y kirchneristas.
La pregunta del millón,
¿cómo se toma? La discusión es y será eterna. Los que saben de verdad concluyen
casi por una unanimidad que el mate se toma fuerte y amargo. Otros prefieren
algo más suave, sobre todo a la mañana. Sin embargo, este enfrentamiento
constante se convierte casi sin darse cuenta en una virtud. Si el mate existe,
es porque evolucionó. Hoy podemos elegir sin ser juzgados, aunque a veces haya
risas. Se puede tomar amargo o dulce; con azúcar, con edulcorante; con café, miel,
leche; caliente, frio y hasta soportamos con agrado esos que vienen tibios y
lavados. Le podemos agregar cáscaras de naranja, limón y pomelo y también,
hierbas serranas como cedrón, peperina, boldo y manzanilla. Eso sí, lo único
que espero es que no resucite José Hernández.
Pará, primero necesito
saber dónde tomarlo. Y acá la versatilidad juega un rol clave: no importa
dónde. El mate puede ser de calabaza, madera, cerámica, vidrio, plástico,
enlozado, metal y hasta de silicona. Hay chicos, medianos y grandes. Simples y
personalizados. La decisión es importante y crucial ya que será el encargado de
transmitir una imagen general de los gustos y valores propios y, sobre todo,
porque será nuestro compañero de cada día.
Lo lamento si sos uruguayo,
pero, en definitiva, el mate es la mejor manera de sentirse argentino. Es
solidaridad, es compañerismo, es lealtad, es amistad. El mate es el ejemplo
tangible y más práctico que permite demostrar que se puede estar solo y, a
la vez, muy bien acompañado.